Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
En el juicio contra la médico residente Noelia de Mingo las víctimas hablan, es la mejor manera de reconstruir un crimen. Noelia, hace tres años, se cruzó ante diez personas en el Hospital Clínico, mató a tres de ellas e hirió a siete, incluso una de ellas se siente ?muerta en vida?. No sabemos si se le terminó antes la ira o es que el puñal emborrachado de sangre no daba abasto para tanto negocio como había abierto.
Fue una historia truculenta, la segunda parte de ?A sangre fría? pero sin Truman Capote para narrarla.
Cuentan los testigos que Noelia tenía una fuerza descomunal, el cuchillo amarrado a la mano como si fuera parte de ella, los pelos en la cara y la mirada de cristal. Es posible que se guiara por el reguero de sangre como si fuese un lobo en plena fiesta de la carne.
Pero no se trata de una vampiresa sino de una persona que, hasta ese momento, era considerada casi normal, (tener un carácter reservado no hace sospechoso a nadie).
Las víctimas que dejó vivas hablan porque no les pudo apuñalar en el recuerdo.
Las otras callan para siempre, igual que Noelia de Mingo que se acoge a su derecho de no declarar para que no se le seque la boca y no tenga que pedir un vaso de sangre con el que poder continuar su relato.
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