Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El hampa cada vez perfecciona más su modus operandi, lo último es la adaptación del reparto del trabajo que decía Adam Smith aplicado a las mujeres y a los niños. La mafia yugoslava pagaba por mujeres y niños en función de la utilidad que les representaban para cometer los delitos: ellas eran más hábiles con el descerrajar de puertas y los niños siempre han venido muy bien para encaramarse hasta las ventanas más pequeñas de un patio interior. Así que, con total impunidad y algo de desparpajo, (el habitual en ese gremio), pagaban una cantidad por usar a las mujeres y otra por los niños. También las acciones delictivas se rigen por la ley del mercado que a cada uno nos pone precio en función de la demanda. El mal también tiene su Bolsa y activos que cotizan al alza, sean éstos útiles para cometer delitos o personas que resultan igual de provechosas para llegar a tal fin.
No hay poesía, tampoco es que estos tipos la anduvieran buscando, van directamente al turrón y sin muchos miramientos o los justos como para que no les sorprenda la madera cuando por la retaguardia cuando están en plena faena. No usan satélites espías pero les vale con uno que sea avispado y silbe a tiempo desde la acera. Su cadena de producción estaba perfectamente engrasada y cada pieza respondía a una acción del mecanismo dedicado al latrocinio. Debido al elevado número de personas relacionada con la banda de los yugoslavos podríamos considerar al grupo como una Pyme del delito con leves toques de empresa multinacional con sede en la Cañada Real Galiana dónde habían puesto la delegación en Madrid. Dada su prosperidad floreciente no se descarta que estuvieran maquinando para fusionarse con otras empresas delictivas que se dedicaran al negocio de entrar en la casa del prójimo con descaro.
¿Chicago años 20?, (no, sencillamente Madrid 2010, una odisea en este espacio), y de nuevo en ese territorio dónde la marginalidad se asienta con vocación de mantenerse mucho tiempo. Lo que ocurre en La Cañada Real siempre es motivo de análisis para un espacio que se dedique a las voces ocultas y al misterio. En ese agujero negro de la Ley se instaló una mafia que traficaba con personas sin ningún reparo. Llegaba la hora de dar el palo y se escuchaba la voz: “las mujeres y los niños primero”, y allá que iban sus esclavos y esclavas a cumplir con la voluntad del capitán.
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