Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Hasta el día de ayer el gran negro redentor alargó su mano en este mundo, Martin Luther dijo una vez que había tenido un sueño y desde que lo asesinaron fue su viuda la que se encargó de recordarlo en cualquier parte, para que pudiera más la palabra que el plomo. Sin Coretta Scott el legado del pastor bueno se hubiera perdido o hubiera sido reivindicado por otros, que es aún peor.
Los negros de América le deben la segunda y completa libertad, igual que los negros hispanos se la deben a Simón Bolívar. En Estados Unidos hubo un movimiento que les sacó de los campos de algodón pero hasta que no llegó Luther King siguieron ocupando los últimos asientos del autobús rumbo a ninguna parte, mirados como si fueran paisaje de tren. Todo lo que hizo durante los años de profecías y sermones fue por ellos y para mayor dignidad del resto de la población, fue un revulsivo en las conciencias, una forma de decir basta.
Coretta vivió para propagar el mensaje de aquel hombre al que conoció en Boston mientras ella estudiaba violín y canto, y él buscaba a Dios en los libros de Teología hasta que decidió encontrarlo por la calle, o más bien en los pliegues de aquella chica. Luego el destino fatal se cruzó con la historia y mandó a Luther King al paraíso de las almas buenas que son acalladas antes de tiempo. Hoy sus cuatro hijos pelean como lobos por su herencia, sin Coretta su legado será muy distinto. Fin del sueño.
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