Misión imposible

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado ‘mister’ Cruise: iba a llamarle por teléfono pero me ha dicho Pé que mejor le escriba porque usted lo primero que hace por la mañana al levantarse en Hollywood es leer la prensa española, cuestión que le honra y para que no se diga que los héroes del cine no tienen inquietudes. Sabrá usted que en España somos muy dados a las fusiones, ya sean económicas, políticas o simplemente familiares, (aquello de echarle los tejos a la mujer del vecino con el indiscreto ánimo de ligar con ella).Y, también existen fusiones por absorción, cuando el pez chico se come al pez grande. En este caso el pezqueñín es el Ateneo de Madrid, heroica y longeva institución que ha atravesado por distintas vicisitudes (desde la gloria republicana a las goteras de la transición), pero siempre las ha soportado con la dignidad de una vieja dama británica, a pesar de estar en pleno centro de Madrid. Y el tiburón es la Iglesia de la Cienciología que usted vino a inaugurar hace un año, con gran lujo de pompa y boato.
No hay en este caso razones bíblicas o de conciencia que hagan temblar los cimientos del Ateneo; muy al contrario se temen una fusión a mogollón, como las que hacía sir Drake, una manera de abordar a saco, sin miramientos y ocupando hasta los últimos huecos para posteriormente alzar el pabellón enemigo en la torre más alta. Un abordaje intelectual del que los socios se defienden y recelan de incorporaciones de última hora que vengan a enturbiar el ambiente. Don Tom, no vea en la jugada tensiones religiosas, ni turbias maniobras de la acracia madrileña descreída; más bien son recelos propios de inquilino con renta antigua que teme le pasen un recibo que no pueda pagar. Cualquiera que haya llevado un libro de antropología de una estantería a otra, (sin ser especialista en la obra de Lévi-Strauss), sabe que los colectivos se defienden de las agresiones externas mientras pueden.

Igual le apetece darse otra vuelta por Madrid y pedir la entrada como ateneísta. Ahora bien, tan acostumbrado a la acción parece que los sillones de orejas le van a quedar grandes. En todo caso, en los estatutos no se recogen incompatibilidades a los actores de Hollywood, aunque parezca misión imposible. Le cuento todo esto para ponerle al corriente de la que tenemos liada en este lado del Imperio, y para que sepa que el director del Ateneo llora como Bogart y se pregunta: «¿de todos los locales que hay en Madrid, por qué han tenido que venir al mío?». Lo bueno que tiene el lenguaje del cine es que lo entiende cualquiera, incluso usted.

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