Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Una nueva operación contra una policía local de la Comunidad y varios detenidos al canto. Parece que en Madrid le han encontrado una nueva pata a la división de poderes de Montesquieu, por un lado el Legislativo, luego el Ejecutivo y más tarde el Judicial, (la aportación madrileña es el poder de la Policía Municipal, ese cuerpo que goza de una independencia que amenaza con pasar a ser un ?loby? armado de la sociedad). Buena parte de la culpa la tienen los alcaldes que potencian, cuando no amparan, a personajes que son dignos de toda sospecha y a los que les otorgan un poder completo sin control alguno y así crecen las hierbas que se comen los despachos. Aquí hay un solo Ginés, el de Coslada, pero aprendices de ?sheriff? surgen a mogollón, tantos que los jueces no dan abasto con los chorizos uniformados. Ni la BESCAM ha logrado depurar a las ovejas negras que deberían ocuparse de sus ciudadanos en lugar de trenzar redes corruptas.
Parece que el centro de operaciones de los chicos de ?El Calabaza? era ?El Mirador?, (uno de los clubs de alterne más conocidos de la sierra norte), uno de esos lugares donde hay mujeres que fuman y te hablan de tú. Se confirma que siempre que hay una operación policial hay descorche de por medio, luego el día en el que se acaben todas las tramas las casas de putas deberán echar el cierre, cuando no entrar en quiebra y vender los cuadros de punto de cruz que hace las madames mientras los clientes esperan turno, (es que el aburrimiento de la espera es muy duro). A estos no los coge el derrumbe de una biblioteca municipal ni por asomo. El garrafón, la luz roja y el baile de chica en barra fija parece que les inspira como si fuera una música celestial. Tenía razón ?Torrente?, en esos lugares es donde más trabaja el brazo tonto de la Ley.
A Tomás Felipe no le gustaba que los vecinos le llamaran ?El Calabaza? porque cada uno tiene su orgullo donde quiere y una hortaliza impone poco. Eso sí, reconocen que era un tipo enrollado que apenas ponía multas si aparcabas el coche en doble fila y que era de los que se apuntaba a un sarao en cuanto escuchaba el primer compás. Y de ahí a meterse en una trama de menudeo y choriceo, a adentrarse en el peliagudo mundo del hampa que todo lo puede.
Si hicieran un curso de verano sobre el chorizo se iban a llenar las aulas de la Universidad de El Escorial. Iban a estar los pasillos atestados de ?choris?, ?lumis?, madames y otras chicas del montón. Es todo como en una película de Almodovar, sólo falta el juez con tacones cantando un fado y ya está. El que esté libre de pecado que tire la primera calabaza, y el último que se vista y salga de ?El Mirador? con las manos en alto y los pantalones subidos.
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