(“OTR“/EUROPA PRESS, miércoles 4 de diciembre 2013)
Hasta la fecha los libros de memorias se escribían para descargar la conciencia de su autor y enlazar algunos cabos sueltos; era literatura de jacuzzi, agradable, benévola, para disfrutar entre chapoteos con el ombligo a remojo. Entre una autobiografía de político y el reportaje de una boda en “Hola” existían pocas diferencias, pero ese concepto de jabón viene y jabón va cambió. Las biografías que escriben los políticos, (o que en algunos casos les ayudan a escribir), son ajustes de cuentas cargados de minas que se colocan para que le estallen al aludido cuando pasa la mano por la página. Hay biografías en las que se reparte mas cera que en una película de Chaki Chán.
Pedro Solbes se desquita de Zapatero llamándole “tróspido” intelectual y peor gestor de la cosa pública. No lo hizo en su día para que la sangre no saliera por debajo de la puerta de La Moncloa como si fuera una reedición de lo que pasó en la sala de los abencerrajes de La Alhambra cuando decapitaron a treinta y seis miembros de aquella dinastía. Pero tampoco se iba a quedar con las ganas y le sacude en “Recuerdos” lo que siendo ministro no hizo por el debido respeto al presidente. Zapatero, por su parte, firma el acuse de recibo pero prefiere no entrar al trapo, lo que no impide que Miguel Sebastián y David Taguas se hayan quitado la chaqueta para participar en la bronca. En Twitter el que fuera responsable de la Oficina Económica de Moncloa le ha dicho de todo. La siguiente fase consistirá en decirle que le espera en la calle.
El género de memorias con recado también lo cultiva el ex presidente Aznar que aprovecha para repartirle mandobles a Rajoy en cada libro, Rajoy ya escamado no acudió a la presentación del último libro porque no quería que le diera Aznar collejas en público como hacía Mariví Bilbao con el personaje que no reciclaba vidrio. Lo peor es que las editoriales lo dan por bueno porque lo tienen por parte del espectáculo, así animan las ventas. No es descartable que en el futuro los libros de memorias los presenten dos autores a la vez, espalda contra espalda, caminando veinte pasos antes de darse la vuelta, (y naturalmente disparar hasta que solo uno de ellos quede en pie).
Se impone la venganza como subdivisión de género literario. Puede que se pierda profundidad y análisis en el texto pero en cambio ganan en espectáculo mediático. Puede que pocos recuerden el texto pero nadie olvidará las zancadillas que se reparten entre antiguos conmilitones. Es el circo romano pasado a letra de molde, uno lee con curiosidad malsana para saber si al final del libro queda alguien vivo.
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