(“ABC“/MADRID, miércoles 28 de agosto 2013)
No toda la “culpa” la tiene Hemingway, ¡ojalá!, mas bien parece que el personal que acude a los encierros está formado por una inmensa minoría que entiende y le viene de tradición que a su vez son acompañados por un ejército de estorbos que han visto los toros por la tele. Desigual reparto en la cuadrilla. Ocurre lo mismo en Pamplona, en San Sebastián de los Reyes… o en Petersburg, (Virginia). En Pamplona los mozos tienen que sortear a borrachos y locos que quieren tocar el lomo de los toros, esos aficionados tienen mas peligro que un Adolfo Martín separado de la manada; y en Petersburg los promotores de los primeros encierros “a la pamplonica” están muy contentos porque los corredores hablan de “un chute de adrenalina”, y eso que a juzgar por las fotos los astados son de menor empaque a los que vemos por San Sebastián de los Reyes, pero sabido que hasta el rabo es toro y que solo verlos pasar al galope a sesenta kilómetros por hora dan un cierto respeto.
Contaba Fernando Díaz-Plaja que le había escuchado a un general decir que el ataque de una división acorazada era como el avance de una vaca brava por un pasillo, el general no era un poeta creando metáforas pero se le entendió perfectamente. Igual esa adrenalina al amanecer es la que congrega a los corredores pero hay que recordar que sin técnica no se hace mas que poner la vida en peligro, por eso hay tanto que aprender de los que saben, y da gusto ver a Miguel Ángel Moncholi cuando comenta en Telemadrid con la cámara congelada lo que tiene de bueno, y de malo, un encierro.
Los promotores de Estados Unidos quieren extender la moda a otras ciudades. Igual venden la idea como maratón hispano acompañado de toros y pañuelos rojos. No será prueba olímpica pero está claro que tiene mucho tirón siempre que se corra con prudencia y con cabeza.
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