(COLPISA/VOCENTO, 26 de junio 2012)
Un momento: cese el ruido de las vuvuzelas y la alegría contagiosa que dan los triunfos encadenados. En materia deportiva hasta hace bien poco éramos el país que hacía felices a los demás pero ahora el guión ha cambiado. Nadal, la selección de fútbol y Fernando Alonso nos han dado una dimensión estratosférica. Un momento porque aquellos que somos de la generación de “Naranjito” necesitamos unos minutos para digerir este nuevo escenario de flores y aplausos. Una selección nacional de fútbol que no sólo juega y controla sino que tiene suerte en los penaltis es algo casi esotérico; no es cuestión de recordar nombres del pasado pero la llamada “roja” tiene una vitrina llena de todo lo que pudo haber sido y no fue. La selección era la herencia que nos quedaba de “La Armada Invencible” mezclada con la anemia espiritual del 98 cuándo perdimos Cuba y Filipinas.
Trasladar estos logros deportivos a la política no sirve de nada porque a diferencia con el deporte en política hay pocos caballeros y cuenta más ganar que participar. Pero no estaría mal que nuestros dirigentes supieran encauzar el entusiasmo general que provocan los hombres de Vicente del Bosque, o que fueran capaces de entender que en la vida puedes salir en el puesto decimoprimero y luego escalar posiciones hasta cruzar la meta primero como le pasó a Fernando Alonso en el Gran Premio de Valencia. La política sin sufrimiento y sin ilusión se convierte en fría loncha de embutido. Es evidente que un gol de Xabi Alonso no va a enfriar la prima de riesgo y que vencer a Portugal para meternos en la final del domingo quizá contra Alemania no nos va a borrar un pasado cargado de errores en economía, pero todo ayuda para llevar con dignidad momentos difíciles. Esa pasión que le ponen los deportistas se echa en falta en los hombres del Gobierno, hay ruedas de prensa que parece que las dan instalados en el espejismo de “los mundos de Yupi”, ¿de qué se ríe Moragas?, ¿tanta gracia le hace que confundan a su jefe con el primer ministro de las islas Salomón?
En el otro extremo de la popularidad tenemos a Casillas que es el Aquiles de la nueva Troya futbolera, un tipo sencillo que para triunfar tiene que estirar el cuerpo, saltar como un gato y sudar como hacen los jugadores de campo.
No sería normal que los ministros firmaran fotos, gorras y camisetas como los futbolistas, ni como Nadal o Fernando Alonso, pero tampoco estaría de mas que fueran capaces de generar algo de confianza y algún que otro entusiasmo colectivo. Que le pusieran calor a unas decisiones que son impopulares y que en ocasiones parecen no ir con ellos. Sin duda que situarse más bajo los palos remangándose la sudada camiseta que a la sombra del BOE.
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