Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Tres millones y medio de somalíes vienen en estado de hambruna, una noticia que hemos conocido al celebrarse el pasado miércoles la cumbre de Donantes de Nairobi. Son tan pobres los hambrientos de Somalia que no hay agencia de calificación que les ponga un adjetivo, de la miseria no se ocupa nadie.
Han tenido la mala suerte de caer en la hambruna cuándo en Europa se ha instalado la crisis y en Estados Unidos están a escasas horas de anunciar una suspensión de pagos. Hoy, más que nunca, han de saber que están solos, vacíos por fuera como por dentro tienen las tripas, dejados de la mano del capital, huérfanos de occidente, náufragos a la deriva de cualquier posible rescate. Y, por si fuera poco, víctimas de gobiernos corruptos que se quedan con el reparto de las ayudas porque de las tragedias se hacen negocios. Occidente está metida en una profunda crisis, desde luego que los hambrientos de Somalia “han elegido mal” este arranque de siglo para buscar ayuda. Tampoco es que en los días de opulencia Europa, o Estados Unidos, se hubieran volcado de entusiasmo con los que padecen la hambruna en África, (jamás lo han hecho), pero hace años hubo telemaratones con estrellas de Hollywood que recaudaban grandes sumas de dinero. Pero la crisis deja al aire estas miserias que tanto nos definen como seres humanos.
También podríamos buscar un infierno aparte para aquellos organismos internacionales, y empresas privadas, que pudiendo ocuparse de sus semejantes prefieren meter la cabeza bajo el ala y allá se las compongan los que han tenido la mala suerte de nacer dónde “no se debe”. El cinismo es, también, un arma corta de defensa personal que se utiliza mucho y que sirve para justificar conciencias.
En unos días nos habremos olvidado de la conferencia de donantes de Nairobi y las escasas ONG que trabajan en el llamado “cuerno de África” se volverán a quedar solas reclamando ayuda para esos semejantes que mueren cada día sin entender bien para qué habían venido a este mundo. A las fotos de madres y niños en hospitales me refiero, al vuelo en circulo de los buitres sobre los que van a morir me refiero, a África me refiero, a la conciencia de todos ustedes me refiero. Ni ellos, los que mueren de hambre, se merecen tan poco, ni nosotros los que les podemos ayudar nos merecemos la suerte de comer todos los días. Aquello que le preguntaron a Lula cuándo llegó al poder en Brasil: “¿Qué es la revolución, señor presidente?”, y respondió: “que la gente haga tres comidas al día: desayuno, comida y cena”. No lo olvidemos, no “los olvidemos”.
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