Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Cuando uno es empresario de pompas fúnebres siempre tiene la esperanza de que le hagan un descuento llegado el día del óbito, lo que se conoce en lenguaje comercial por “un detallito de la casa”. Salvando las distancias con el sector de la fosa, al presidente del Gobierno también le han aplicado un descuento en calidad de socio prioritario del club. José Blanco, aquel que pone y quita a Zapatero de los carteles, ha evaluado las intervenciones del presidente en quince en la presente campaña electoral, ni una más. Son un treinta por ciento menos de intervenciones que hace cuatro años, pero que nadie piense mal y ponga en duda que el PSOE intenta ocultar el candidato, al revés se hace por una política de austeridad que también se aplica a los mítines de José Luis.
Está claro que Blanco cree que las encuestas le dan tan “sobrados” que no hay necesidad de sacar a Zapatero con insistencia. Un mal pensado podría concluir que allá dónde vaya el presidente desvirtúa el mitin local, o autonómico, y lo chafa con su presencia en el atril. Sólo desde una óptica de envidia cósmica y universal se podría entender ese temor. Quizá también desde la visión de un cargo regional que tiemble ante la presencia de Zapatero en el mitin porque si el presidente se juega sus cuitas con Rajoy, el candidato y su lista al completo se juegan la tibia el 22 de mayo. Una lesión inoportuna en política te deja fuera del terreno de juego durante cuatro años, un periodo en el que desespera ver desde la oposición cómo crece la yerba.
Quede claro que el recorte en las apariciones de Zapatero es algo beneficioso tanto para el ahorro de Co2 que emita el coche oficial como en discursos perfectamente prescindibles. Se entiende así haber pasado del concepto “tonterías las justas” al teorema “rebajamos el precio pero no la calidad”. Con Blanco todo son ventajas.
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