Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Quiere el Gobierno legislar para que nadie sea discriminado en razón de su fealdad. Si aplicamos este criterio a todos los campos sociales podremos encontrarnos con la queja formal de las hermanastras de Blancanieves, o con una demanda del lobo que asustó a Caperucita. Y qué decir de la reclamación que podría presentar “Shrek”, ese ogro moderno. Y, lo que es peor: los guapos amenazan con exiliarse y sacar de España sus cuerpos igual que algunos han hecho evadiendo capitales; estamos ante la primera “fuga de cuerpos” de la historia. Iba a escribir que los feos se darían por ofendidos, (“nos daríamos por ofendidos”, vale), y también se irían, (“nos marcharíamos”), de España porque nadie se reconoce feo de narices, todos hemos tenido una abuela y gracias al foto-shop hasta los sapos quedan como príncipes. No olvidemos el encanto del feo/fea con gracia que luego resultan tan buenos cuñados/cuñadas en una familia.
Cuando se aplique esta Ley se vendrán abajo el negocio de los productos de belleza, las peluquerías y los rayos Uva. No hará falta que nos esforcemos en cuidar la dieta, ¡total para qué!, ¡Si nadie podrá ser llamado “ballenita, o foquita”, puesto que una ley niega discriminaciones en función de la talla del pantalón! Entiéndase que los guapos, aquellos que dedican una parte de su semana a acudir al gimnasio, a cuidar su pelo, a crujirse los abdominales en unas tablas durísimas, se sientan ofendidos. Sea usted el hermano de George Clooney, o la hermana de Angelina Jolie, (pongamos por caso), para que luego el Gobierno no le reconozca sus méritos genéticos. Se entiende el malestar entre los guapos que podrían buscarse como negociador a un hombre con experiencia en conflictos: César Cabo, el chulapón de las torres de control.
Desde siempre, hasta que se creó esta Ley, los feos habían tenido su gran papel social, estaban ahí para mayor lucimiento del guapo. En el western se sabía quién era el bueno porque iba maqueado en pleno desierto, así como teníamos claro desde los primeros planos que un gordo malencarado no podía llegar muy lejos en aquel saloon. Si todos fueran guapos se produciría una gran confusión en el tiroteo porque sabido es que a los guapos las balas sólo les rozan el hombro, ¿entonces, quién iba a caer desde el segundo piso de bruces contra la mesa redonda dónde se juega al póker?
Abrir este conflicto en este momento en el que tenemos otras urgencias económicas, y políticas, parece algo arriesgado. Lo más prudente sería esperar mejores tiempos. Lo que nos faltaba era enfadar a Elsa Pataky, a Javier Bardem, a Maribel Verdú y a la guapa del barrio. No creo que estemos preparados para afrontar un conflicto tan espeluznante.
Compartir: