Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
No se me ocurre otra fórmula mejor para presentar a aquellos que han firmado contra las corridas de toros en Cataluña, pero que a su vez no reniegan del jamón con tomate, (una excelencia culinaria), ni de llamar “torero” a los valientes, ni de rechazar que se corran toros por sus pueblos. Lo decía la azafata del “Un, Dos, Tres” cuando presentaba a los concursantes: “vecinos y residentes en Barcelona”, y a su lado a unos que eran “novios a punto de pasar por el altar”. Todos ellos concursantes del mismo juego.
Podrá negar Carod el Toro de Creta pero no va a conseguir borrar las tradiciones, contra ellas no se puede ir puesto que sería como pretender cambiar el curso de un río con la ayuda de unas cañas. El surco de la tradición se ha abierto sin que nadie lo trabajara y, a partir de ahí, suprimirla es un esfuerzo inútil. Habría que analizar si “¡ole!” antes que interjección fue una onomatopeya puesto que entonces podríamos pensar que hay algo dentro de los genes mediterráneos que nos liga a la cultura del toro, un animal al que le damos mala muerte pero mejor vida y que nos es tan cercano como si fuera un familiar con cuernos, (con perdón). Lo cuál no quiere decir que a todo el mundo le gusten, ni mucho menos, y que tiene un reducto de fiesta bárbara sangrienta que es indiscutible, ¿pero vamos a poner desodorante para tapar nuestro olor a tribu?, ¿podemos cambiar sin acudir al cirujano de Belén Esteban? La diferencia entre taurinos y antitaurinos es que los primeros no ven la sangre en el ruedo. Otra cosa es que se le de al rito el lugar que le corresponde, algo más que el trabajo de un matarife psicópata cubierto por una montera y se consiga elevar la pelea del hombre con el toro hasta convertirla en arte, (de Picasso a Goya me remito). Y, también, a lo que se llegó a pagar por ver a José Tomás en la Monumental de Barcelona.
Da la impresión de que Carod lo que busca es otro nuevo símbolo para acentuar la distancia de Cataluña con el resto de España, y seguro que encontrará cientos de ellos que sean más contundentes, cualquiera mucho mejor que ir contra una tradición que es tan de catalanes como de andaluces, murcianos y valencianos. Detrás de los toros no está la mano de Franco sino el mediterráneo. Pudiera ser que esta acción se volviera en contra de Carod, debería evaluar la fuerza de la democracia de los tendidos, esa gente igual te saca en hombros que te lanza almohadillas.
Todo aquel que se empeña en prohibir acaba siendo persona antipática, y por muy alto que pongan el muro de las prohibiciones en Cataluña siempre habrá quién esté dispuesto a saltárselo, por supuesto a la torera.
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