Tengo intención de escribir un ensayo humorístico con ese título: ¡qué gilipollas son los demás!, conclusión a la que llego después de haber recibido, como casi todos, millones de consejos prácticos acerca de lo que uno debería hacer. Consejos que me han sumido en la peor de las confusiones, ni hay nada más práctico para perderte que dejarte llevar por las recomendaciones.
Por ejemplo: siempre hay alguien que te recomienda veranear en la playa, o en el interior, pero que tiempo después puede cambiar de argumento y te dirá que tú eras el que estaba equivocado. Siempre hay alguien que se ha comprado un coche como el tuyo pero con una rebaja estupenda. Siempre hay alguien que compra la ropa en lugares más baratos. Siempre hay alguien que viaja chollo total. Siempre hay alguien que es amigo de un embajador de país exótico y le ha buscado un viaje tirado de precio por unos lugares que no visitan los turistas. Siempre hay alguien que es amigo de Carla Bruni, amiguísimo. Siempre hay alguien que conoce a uno de una constructora y le hacen un descuento en la casa que ni te lo imaginas. Siempre hay alguien que ha leído los mejores libros antes que tú. Siempre hay alguien, (y en mi oficio se da bastante), que ha hablado directametne con Zapatero, o con Rajoy, y te rebate los argumentos con sus sólidas fuentes.
En resumen, y lo digo quizá algo acomplejado: qué gilipollas soy.
Ellos pueden decir: “¡qué gilipollas son los demás!”
Así que en este mundo donde triunfa la dialéctica enteradillos/pardillos, yo me encuentro de este lado de la acera, ante una casa que alguien construyó sin nada, sólo está la puerta.
Miedo me da preguntar porque entonces me dirán: “¿No te has enterado, imbécil?, ahora lo que se lleva son casas sin techos, ni paredes, pero con puerta“.
Tonto retonto que es lo que soy.
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