Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
A ver si tenemos suerte y alguien le dice a Zapatero que hace falta un Ministerio del Buen Gusto, (el presidente las recoge al vuelo como se sabe, no hace mucho tiempo aprobó la creación de un Ministerio del Deporte sólo porque se le había ocurrido a Sánchez Vicario). La Navidad es la excusa perfecta para que la gente se disfrace de las cosas más inverosímiles, un caso de curioso travestismo social como dice Silvia Grijalva. ¿A cuenta de qué se colocan esos pelucones que recuerdan a la familia de Michael Jackson antes de que el dinero les podara los rizos?, ¿qué absurda tradición lleva a que las calles se atasquen y no haya taxis por culpa de las cenas de Navidad?, ¿Es necesario que las celebraciones acaben con cientos de jóvenes tirados por los portales?
Si un marciano aterrizara en estas fechas diría que somos gente curiosa que celebra sus fiestas con borrachera al borde del coma. Y de resaca en resaca hasta la derrota final. Por eso urge un Ministerio del Buen Gusto que ofrezca un ocio más divertido y de consecuencias menos agresivas. Nos pasamos la vida entre normas que nos regulan salvo cuando llegan los momentos de ocio en los que el diablo tiene barra libre. Por una vez y sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con un anuncio de la DGT en el que cuentan que entre todos lo mataron: entre el amigo que le da una copita, la novia que le dice que todavía es pronto y así hasta que tuvo el accidente.
La escala del mal gusto no tiene peldaños finales, crece cada año y amenaza con adentrarse en las nubes como el IPC. Empezamos con aquellos espantosos matasuegras y ahora hemos llegado a los trajes completos de Papá Noel y a la necesidad de inundar los teléfonos móviles con mensajes bobos de felicidad de plástico. Y el que se aparta de esa norma parece un apestado social, un soso, un tipo para verlo de lejos.
Candidatos para ocupar esa cartera se me ocurren algunos, entre ellos Magdalena Álvarez que tiene desparpajo suficiente para decir: ?¡ea, que os quitéis el gorrito de Papá Noel?. A Bernat Soria le veo menos porque ya va vestido de Santa Claus todo el año y se iban a dar muchas colisiones de intereses. Pero la señora Álvarez tiene el perfil idóneo para empezar una regeneración democrática porque la base de la democracia es la participación y el buen gusto; sin esos parámetros lo que conseguimos es una bronca que no deja dormir a los vecinos. Habrá que preguntarle a Alejandro Rojas Marcos por qué sentimos la necesidad de matarnos a copas, broncas, travestidos con estúpidos gorros ?coloraos?. Esta alegría exagerada, (y tan hortera), esconde la infelicidad colectiva, la tristeza de un matasuegras desafinado.
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