Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Un estudio acerca de la vida que ocurre en Internet dice que España es el país que más bulos inventa, pero no le echen la culpa a Internet sino a nuestra capacidad de chisme que es muy alta. En el cuento la chica buena a la que habían cosido el traje unos ratones tenía que volver a casa a medianoche, ¡aquí no!, en España Cenicienta puede llegar mucho más tarde de las doce porque nuestra capacidad de inventar trolas no tiene límite.
También sucede que nos ponen la fama y otros cardan la ?pana?, por ejemplo en Marruecos se inventan que Aznar tiene un lío con la ministra de Justicia francesa, y la trola da la vuelta al mundo en ochenta cotilleos. Cuanto más increíble pueda parecer una historia mayor es su capacidad de propagación, por eso hay noticias falsas que se prenden sin rumbo fijo. En el fondo será porque nos gusta más el rumor que la noticia, a veces la realidad es demasiado triste y necesitamos creer en el monstruo de las siete cabezas. La mentira no existe, pero al crearla la convertimos en la parte interesante de la realidad; por ejemplo el Palacio de Linares en Madrid era un caserón oscuro hasta que alguien se inventó que había espíritus errantes. Aquella noticia nos dio categoría internacional durante un buen tiempo. Pero que no nos echen la culpa porque en Escocia se habían inventado mucho antes el ?monstruo del Lago Ness?, (asunto que fue portada del ?The Northern Chronicle? en 1930). Será porque sentimos una atracción hacia la noticia fascinante, algo tan atractivo e hipnotizador como encontrarse una anguila gigante en la superficie de un lago.
Esta semana decía Gabriel García Márquez que ya apenas lee crónicas que merezcan la pena en los periódicos porque escribir es una actividad que sale del alma, (y tiene razón porque nos pasamos el día narrando historias planas con personajes más planos aún). Alguien podría pensar que entonces la solución para mejorar las crónicas sería recurrir a las mentiras, y no sería cierto; bastaría con ponerle a la actualidad el mismo corazón que para describir el traje de Cenicienta.
La propagación de las noticias falsas se explica por el mismo sistema de la moneda falsa que expulsa a la buena, porque es algo más interesante. Tenía razón la protagonista de Johnny Guitar: ?miénteme, dime que me amas?. Nos apasiona un relato aún sabiendo que es una trola enorme, una trola descomunal, una mentira como para construir siete pisos dentro de ella. Por lo tanto no le echemos la culpa a Cenicienta de tenernos engañados cuando todos esperábamos a que volviera a casa a las doce; la chica de los bulos no tiene horario, ni normas, ni un padre conocido para su hijo. Hasta puede ser ministra de Justicia y no haber leído en su vida una noticia en Internet escrita en español.
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