Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estimado alcalde… Para un político acostumbrado al debate de las ideas, el menudeo de la calderilla municipal debe de ser un engorro, por mucho que sume esa calderilla hasta formar un monte de oro. Llama la atención el bulto, pero cualquiera que haya tenido parientes el fin de semana sabe cómo se dispara el consumo en un hogar. El cálculo proyectado al Ayuntamiento tiene cifras de macroproducción cinematográfica de Cecil B. de Mille.¿No podrían ir los gorrones (digo invitados) con el vinito español ya tomado de casa? ¿Qué necesidad hay de repartir tortilla de patatas bajo la luz crepuscular de una carpa? Bien es cierto que el protocolo obliga a esas pequeñas normas y, por excelente que sea el producto del Canal de Isabel II, resulta cutre brindar con jarras de agua pero ganas dan de sacar el botijo e ir pasándolo de gaznate en gaznate.
La peladora de tubérculos choca un poco, primero por a quién se le ocurrió tan brillante idea al adquirirla y luego porque no se conoce su utilidad, salvo que a puerta cerrada se monten guateques en el pleno con unas patatitas, unos refrescos y unos discos comprados en el manta (pero esa imagen se presenta muy perversa). Aunque en una buena casa debe haber de todo, ¿y si viene un alto mandatario y se encapricha de unas patatas crujientes? Lo que dicen las cuentas es que había que cambiar banderas, cortinas, renovar parques y jardines, plantar rosas y pagar facturas varias.Tan elegante informe no incluye gasto de utilería de aseos (si contaran los rollos de papel que gasta una administración, podría vendarse la tierra como si fuera una momia patrocinada por El Elefante). Se demuestra que Ayuntamiento somos todos y que lo más parecido a una familia numerosa es una administración pública.
Algunas cosas no se entienden: ¿por qué se gastan un pastón en una captadora de polen y por otro lado plantan rosas? Si no quieres alergias, evita las flores, pero desde luego es mucho mejor un paisaje agradable que unas toses de menos. Si la belleza produce alergia, allá cada uno con su intolerancia al polen. Espero que no le irrite que le haga el comentario: ¡bueno se puso don Gonzalo Fernández de Córdoba cuando el Rey Católico le pidió cuentas por la campaña de Nápoles! Me refiero a las cuentas del Gran Capitán, y como él podría decir: «En picos, palas y reuniones cien millones, en soportar invitados cincuenta y en reponer campanas que repiquen por mis triunfos electorales otros cien millones de ducados».
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