Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Señor alcalde… todo lo que se haga en beneficio de la dignidad de las personas es poco, y más cuando se trata de trabajadoras del sexo explotadas por la vida y sometidas a un sueldo de hambre. Sacarlas de las aceras y reconducir sus días es algo meritorio, y más si se hace con iniciativa pública, así queda más claro que un ayuntamiento somos todos. Le honra señor alcalde haber creado un autobús en el que viajan las personas oportunas para, al menos, ofrecer una puerta de escape a las que deseen salir del turbio negocio. Ya que el comando busca «arrecogidas», como las que llevó al teatro José Martín Recuerda, podemos bautizarlo como el equipo A. En la obra una de las prostitutas, Paula, reconoce que no sabe leer ni escribir, «sólo enamorarme».
La realidad es menos amable que la ficción donde a un polvo mal pagado, en una pensión de ínfimas condiciones sanitarias, le llaman amor. Las prostitutas de peor nivel todavía hoy practican el trueque: carne (su cuerpo) por cama y alimento. Saben que son un estorbo y por eso tienen la habilidad de mirar a todos los lados de una calle sin quedarse con un punto fijo; dejarlas en la indiferencia nos convertiría en cómplices, así que bienvenido sea el sistema de captación de «arrecogidas». Tengamos en cuenta que se trata de un oficio no vocacional en el que acaban las mujeres que peor suerte han tenido, las que admiten haber caído en el espanto de las brasas pero lo prefieren antes que meterse en las llamas. Nada que ver con la prostitución de lujo que recauda pingües beneficios; las mujeres de la calle no llevan medias de seda sino leotardos para trabajar la noche, y también para defenderse del tacto áspero de sus clientes, tipos capaces de regatear a las que comercian por necesidad.
Otros intentos más píos de reconducir sus vidas no han tenido éxito. No se trata de reeditar la imagen de almidonadas damas de la sección femenina que repartían tabletas de chocolate. Tampoco de redimirlas con estampitas de santos. Las mujeres de la calle necesitan un plan que les ofrezca alternativas. Ahora bien, para cambiar algunas injusticias de la sociedad una flota de autobuses Pegaso se me antoja poco. El parche para la herida de hoy lo pone el equipo A, el resto lo tiene que hacer la educación y la igualdad real de oportunidades. Ojalá la iniciativa no se quede en algo formal y consigamos borrar la imagen penosa de las mujeres que no dejan sombra. Cobran, es verdad, pero por eso nadie tiene derecho a olvidar que son personas.
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