Para encontrar una luz hay que meterse en un túnel, o tener una villa en condiciones al borde del lago Como donde dicen que los amaneceres son neoclásicos tirando a romántico tardÃos, (por favor no confundir con los boleros de Luis Miguel que son románticos pero “repetÃos”, y sin sustancia). Luego hay dÃas sueltos en los que aparece una luz sin necesidad, tal cuál llegada del cielo, rebotada mil veces en la lejosfera sideral de los caballitos alados. Entonces hay quienes recuerdan lo de los Reyes Magos que seguÃan una estela, o piensan que en la vida todo tiene un sentido. Pero puede que sólo sea un reflejo, o más bien la necesidad de encontrar algo diferente.
Con mi cazamariposas gráfico he podido atrapar un golpe de luz en pleno mediodÃa. Es una redundancia porque se trata de luz encima de la luz, algo asà como encontrar a una Venus de cuatro tetas; un exceso escultórico.
Se notaba un cielo limpio, recién barrido para la Navidad. Y luego esos árboles que podrÃan aparecer en un calendario de cristianos para el progresismo. Todo lo terreno cuando no somos capaces lo convertimos en asunto divino, quizá el escalón intermedio sea la poesÃa que a nada obliga. Un poeta ve esa foto y no piensa en Dios, tampoco es un cientÃfico que analice la refracción de la luz. El atajo entre la ignorancia y lo terráqueo es un Dios explicatodo.
En las pelÃculas de los años cincuenta cuando no querÃan seguir con el guión el chico le decÃa a la chica: “¡bésame!”, y punto. Entonces ese Dios del cine les bendecÃa con una banda sonora en primer plano y una puesta de sol hecha en un sastre. A Machado le encontraron un papel en el bolsillo del traje con el que habÃa muerto, decÃa: “estos dÃas azules y este sol de la infancia”. Y no era Sevilla sino Collioure. Por lo tanto es la necesidad nuestra de encontrar dÃas azules la que fabrica espejismos de papel y crea voces.
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Siento empezar por aquÃ, pero lo has puesto ‘a huevo’, que dirÃa el castizo. Una Venus de cuatro tetas, un Lucifer de dos rabos, el Unicornio hecho Miura, un eunuco transexual. Ni poesÃa, ni fÃsica cuántica, ni opio del pueblo.
Es pleonasmo. También hipérbole. El ser humano necesita creer. Es su refugio. ¿O su carencia?
Yo veo luz, por eso creo. Creo en lo que veo. Una Venus de cuatro tetas es un acto de fé.
Nos pasamos la vida tras nuestro Rosebud particular que ni es soleado ni azul ni todo lo contrario. Ay, el tiempo de la infancia.
Me ha encantado lo de los poetas, ni creyentes, ni cientÃficos sino escalones. Me encantarÃa ser escalón.
Por aquà estos dÃas de frÃo están dejando unos cielos de belén hermosos y nÃtidos que ni encargados por el Papa. Si fuera escalón, dirÃa que son cielos de reflejos de infancia púrpura.
Besos.
Bárbara: arde en la chimenea la madera de Rosebud y un niño aprende a tocar el piano: fuego y escala musical in crescendo. Los cielos púrpura que nos hacen felices, infantes y eternos. ¡Alguien da más!
Carlos: no del todo de acuerdo. Pleonasmo serÃa una Venus Viva y Verdad. Aliteración puede, pero más exceso de forma porque la reiteración de un atributo lleva a lo cómico, serÃa como un angelote con dos penes, un angelote bi pito. Todo es ponerse y si quieres le pintamos la Capilla Sixtina a Benedicto con estos nuevos matices a los que hemos llegado a través de la memoria sintáctica.
¡Qué barbaridad! La Venus, el Lucifer….para qué los queremos. No necesitamos los excesos. Quedémosnos a gusto con lo que tenemos y busquemos la autenticidad en ello. La infancia…, de todo, momentos sublimes pero también decepciones que sólo, en la madurez , aprendes a integrar en tu vida como una parte más del mapa emocional que nos define y nos hace únicos. No me quiero quedar en el pasado, al contrario, tenemos que saber encontrar la luz en cualquier momento de nuestras vidas. Es nuestra responsabilidad.
Yo no pienso en Dios cuando tengo delante la Luz …..
Victoria.