Los semáforos son árboles eléctricos de ciudad que dan frutos de colores.
Este semáforo está en rojo, luego quiere decir que está prohibido el paso. No sé a quién se le ocurrió que el rojo era el color de las prohibiciones, podía haber sido otro pero fue ése. Y como tal ha quedado en todos los idiomas, da igual que hables chino o seas de Albacete, el semáforo es universal. Y es para pensar por qué las prohibiciones se entienden en todos las lenguas.
La ciudad es aquel espacio que se delimita dentro de los semáforos, en el campo no hay porque alguien dijo que ni puertas, ni semáforos.
Quizá no tenga nada de poético pero éste de la foto parece un gigante delgado con ojos furibundos, un mirón de metal, un trapecio de palomas que hoy no estaban. En las zonas buenas a cada semáforo le ponen un pobre, y así se alternan las luces, los pobres y el tráfico.
No hace falta que te pongas verde para decir lo que quieras, y si tienes habilidad circense puedes lanzar unos bolos al aire y luego te darán unas monedas, o no, todo depende de la generosidad de los conductores. Algunos se meten el dedo en la nariz para encontrar calderilla.
La foto es de un atardecer de jueves, que como todo el mundo sabe difiere mucho del atardecer de los viernes que es más prolongado y del todo británico.
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Cada vez que oigo ¡semáforo! me recuerda a lo que no es. Hagamos filología-ficción. ¿Foro de semántica, semiótica, semiología?
Pues no. Del griego, ‘sema’ (señal) y ‘phorus’ (llevar).
¡Cómo no!, inventado por un inglés que sabía de trenes, J.P. Knight, en 1868. Y, después, establecido como señalizador de tráfico, en Cleveland (USA), en 1914.
Para que veas, Rafa, que los atardeceres de viernes no son británicos por capricho. Los semáforos tienen algo que ver.
Estos hijos de la ‘pérfida Albión’ no sólo han inventado el tenis, el Beefeater, el vino de Porto, el decantador de caldos, el fútbol y el arte marinero de jodernos ‘La Invencible’.
Los españoles somos más creativos y cachondos. Creamos el autogiro, la fregona y a Maleni (que sabe de semáforos).
Al semáforo lo que le pasa es que es esdrújulo y solo ésto ya da un poquillo de dentera.
A la ciudad le sobran semáforos, papeleras, cacharros para las pilas y postes anunciantes pero sobre todo, lo que le sobra son bolardos, esos chimes horrorosos que se ponen para que los cohes no aparquen.
¿Estáis seguros de que en China el rojo significa prohibición? Yo pienso que no, que lo acabarían asumiendo por cuestiones prácticas.
Quería decir coches, para que los coches no se suban a las aceras.
Los ingleses inventaron a estos mirones de metal pero lo de pitarle al coche de delante si tarda más de dos segundos en arrancar tras ponerse verde, eso es invento de nuestros taxistas españoles.
Los atardeceres en el campo se tienden mucho más despacio, casi con cubanidad.
Carlos en lo de inventar el vihno do porto, creo que hay una pequeña inexactitud, tengo entendido que lo único que hicieron unos comerciantes ingleses, fue adoptar una técnica, que ya se practicaba en un monasterio de un antiguo pueblo portugués e instalarse en Portugal, al tener dicho vino un gran éxito entre los hijos de la rubia Albión.
Fueron los británicos -por eso les llamo inventores- los auténicos ‘hacedores’ del caldo de la ribera do Douro portugés, como casi siempre ocurre con los hallazgos, de manera fortuita. Su añejamiento es mayor gracias a la fórmula mágica: contener un 25% de aguardiente o bagaço. Con él, paralelamente, nació el decantador, único soporte capaz de resistir los embates del oleaje en los galeones de su graciosa majestad, amén de facilitar las libaciones de ‘angelitos’ como Drake.
En todo caso, tu información, Maia, es correcta.
De todas maneras Rafa no tienes ningún problema con el chino porque ya nos dijiste en una de tus reflexiones que te habías visto muy resuelto en uno de tus sueños con esta lengua “pelín” extraña para nosotros occidentales. ¿Podrías decirnos qué otras habilidades, fuera de lo común, tienes en tus sueños?
En cuenta a los semáforos, me ponen bastante nerviosa….a veces me los salto….
Victoria.
Adu: tienes razón, igual en China prohibido no aparece en rojo, entre otras cosas porque es el color de su bandera, de la portada del libro de Mao, (ojo, no de Mahou), y un largo etc tan extenso como la Gran Muralla. Digamos que ha sido un “pour parler” y que podría referirme al cantonés, pero igual alguien me corrige la plana. Bueno, que es verdad, que los colores pueden cambiar pero las prohibiciones no.
Carlos: tienes una cultura de lo “ebrio” que me pasma, siempre aportas el dato culto del “beber cumplido”. Será como tu dices, además ya te nombré cronista oficial de este blog hace tiempo y por lo tanto, amén Jesús y punto pelotilla.
María: ¡ya veo qué tipo de alcoholes gustan por aquí!, como os hagan un control de alcoholedmia os quitan cuatro puntos del blog. Me asombra vuesta cultura etílica, confieso que he bebido, (sí), pero apenas alcohol, tengo como cortada una montaña de chapas de Coca-Cola Light, y algunas latas con las que se contamina el mar. No es que no las tire pero decía Jorge Manrique que todo en la vida para para allá, por lo tanto también las latas que son una “lata”, (homenaje a Gloria Fuertes, a la que tanto respeté).
Bárbara: la cubanidad que tan bien conoces, esa frase tuya me ha devuelto a La Habana y a Cabrera Infante. Ya ves, en un semáforo te puedes encontrar desde un escritor a una antigua alumna de la Escuela de Cine Cubano, (como tú).
Bar Blasco: “si fuera ciego no sabría de qué color está tu semáforo”, (homenaje a tu blog).
Victoria: mis habilidades, como consta, son bastante limitadas. Apenas unos reflejos que me sirven, ¡para esquivar cuando voy en moto a los que se saltan lo semáforos en rojo, como tú!
En mis sueños hay cosas muy raras porque mi conciencia no debe andar tranquila pero deben ser bonitos porque a veces me levanto con una sonrisa, otras no y entonces me pregunto qué sentido tiene soñar.
Lo que me gusta de los semáforos es que tienes poco tiempo pero puedes mirar a todas partes, y en ese mirar está lo divertido que puede tener una ciudad. Luego arrancas y si llueve cae con más fuerza.