Mi cabeza es una locura con ventanas que encajan mal cuando hay humedad, (carácter le llaman). Cada vez que me marcho de Madrid se me olvida su estampa y vuelvo a mirarla como el que se va a comprar una postal para el recuerdo, me quedo con la última imagen igual que el emigrante de las fotos en blanco y negro. Madrid, (esa ciudad que ahora se aleja), es centro y yo tengo mi norte en el sur, es una cuestión de cambio de polaridad. Me marcho sin dolor porque sabe que volveré a ella, al reencuentro con sus dÃas y sus calles. Pero me gusta más la ciudad que contaron Valle y Umbral, la de Gómez de la Serna y Barea que la ciudad de los túneles.
Los poetas no tienen residencia, no sé si seré poeta pero seguro que no tengo residencia. Luego ya veremos, quizá vuelva, o en todo caso me quedaré con esta postal de la última mirada, de cuando Madrid es pequeña y está al alcance de la mano. Parece un cuadro, uno de esos que están hechos con los santos óleos de creyentes en ellos mismos.
Hay que tomar distancia, luego todo queda más a mano, en el recuerdo todo está a un paso. Y ser poeta ligero de baúles y conciencia.
Madrid, hasta otra.
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Qué bonito ! Sin palabras. Hay que leerlo y volverlo a leer, imaginarlo y volverlo a imaginar.