(“ABC“, 29 de abril. 2012)
Decía ayer Ignacio González que gobernar es contar la cruda realidad, cierto: pero no a todo el mundo le gusta asumir responsabilidades que resulten antipáticas, y en eso el PP madrileño tiene un master de política sin complejos.
Cuándo Mariano Rajoy suba al escenario para clausurar el Congreso del PP madrileño será un buen momento para hacer el juego de las siete diferencias entre él y Esperanza Aguirre. La primera de ellas es que Rajoy acaba de llegar al Gobierno y ya se ha tenido que corregir varias veces mientras que Aguirre lleva con sus mismos planteamientos desde que llegó al poder hace ocho años. La segunda puede ser que a Rajoy le persigue el IVA en las pesadillas que tiene en La Moncloa, y Aguirre por su parte es partidaria de bajar impuestos. La tercera diferencia está en que Rajoy no consigue crear un mensaje del PP que sea nacional y la presidenta de Madrid puede ir a cualquier punto de España sin cambiar el argumento. La cuarta sería que Rajoy es partidario de ablandar las condiciones penitenciarias de los presos de ETA, y Aguirre en absoluto. La quinta que Rajoy es más del puro y Aguirre del pico y la pala como concepto filosófico. La sexta diferencia es que a uno le llaman Mariano y a otra le dicen “lideresa”. Y, la séptima, es que Rajoy va de Guardiola al que le cuesta jugar con presión, y en cambio Aguirre se reconoce seguidora de Cristiano aunque le paren los penaltis.
Este entretenido juego de diferencias podría ser un recortable que se vendiera en las tiendas que ha montado el PP de Madrid para animar a los compromisarios. Aunque Madrid esté gobernado por un “tri-poder popular”: en Moncloa, Sol y ayuntamientos, las diferencias entre gaviotas son notables.
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