Pongamos un nombre a los movimientos de estatuas y carteles significativos de Madrid, está claro que ellos no caminan pero cada cierto tiempo tienen mudanza. Ha ocurrido con el luminoso de Tío Pepe de la Puerta del Sol que tras ser rejuvenecido regresa a nuevo emplazamiento, tampoco es que sea un hecho relevante salvo para alguno que en la noche de Fin de Año crea que va tajado porque Tío Pepe le va vueltas en la cabeza.
Ahora frente al reloj de Sol se puede decir que el flamenquito de chaqueta roja es la oposición sin descanso al gobierno de Ignacio González, (sólo porque se “opone” a la sede de la presidencia de la CAM); enfrente queda.
Es divertido seguir las diferentes vidas de las esculturas capitalinas, el fotografiado oso con el madroño lleva tres ubicaciones diferentes en Sol, el oso tiene complejo de mantero porque cada vez que ve acercarse a la Policía Municipal teme que le quiten el árbol. Otro tanto pasó con La Violetera que estuvo en la calle Alcalá con Gran Vía, pero de ahí fue a Las Vistillas para disgusto de turistas que buscaban la foto, también de nostálgicos de Sara Montiel que a cierto alcalde le parecía que chocaba con una imagen de modernidad.
Habrá que organizar un congreso nacional al que se sume el Toro de Osborne que a punto estuvo de ser especie en extinción. De momento ha vuelto “el tío” hecho un chaval como “el sol de Andalucía embotellado”, hay que celebrarlo.
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