(“COLPISA“/VOCENTO, miércoles 15 de octubre 2013
La mecha la prendió la presidenta del PP catalán la semana pasada cuando pidió un trato singular para Cataluña, por lo tanto la pirotecnia estaba mas que justificada entre los barones del PP que entraron en la reunión de Génova echando chispas como los dragones que desfilan cuando llega el fin de año del calendario chino. Encendidos era poco, algunos como el presidente madrileño entraron en plena fase de ebullición, echando lava volcánica y de tinta por los cuatro costados. También el presidente extremeño que recordaba el valor de la solidaridad territorial y así hasta completar una larga fila de dirigentes dolidos por lo mucho que aportan y lo poco que ellos estiman recibir. Montoro tuvo que hacer de bombero en la sala y Rajoy prometer un imposible: contentar a los presentes.
Lo que le pedían los barones a su presidente es que tomara una decisión, sencillamente que hiciera política tal y como le han reclamado estos días tanto Aznar como Piqué. Rajoy, tan dado a macerar los problemas hasta que florecen amapolas salvajes, tenía que dar contento a todo el mundo y eso en época de escasez es una utopía inalcanzable. Lo que hace Rajoy es dar una patada hacia adelante al problema y que el balón ruede pero de momento no hay mayor compromiso que el de tratar de mejorar algo que está cojo y camina de manera inestable. A finales de diciembre tendrá que tomar, (esta vez sí), una decisión política y habrá heridos por desagravio comparativo. De aquí a entonces Alicia Sánchez Camacho volverá a reclamar lo que estima en justicia y el presidente madrileño recordará que Zapatero asfixiaba a la región pero Montoro le tiene puesta la pierna encima. Que el acuerdo sea un bálsamo de felicidad es algo metafísicamente incierto; si lo consigue habría que darle el año que viene el Nobel de Economía. Antes veríamos entrar al famoso camello por el ojo de una aguja.
Como todo tsunami el descontento por el reparto de fondos territoriales ha deteriorado las relaciones de Rajoy con Ignacio González en quién ha encontrado a un contumaz opositor que no se calla como era costumbre de su predecesora, Esperanza Aguirre. González convertido en la réplica de Sánchez Camacho puede ser una “mosca testicular” en las reuniones de Génova, la gota que colme el vaso de la paciencia de Rajoy. Sin Eurovegas a la vista y sin permiso para fumar la grieta de la lealtad puede tomar un tamaño considerable.
De momento el presidente dice que no hay pacto y que no tiene cromos que cambiar con Cataluña. La prueba del nueve es dejar que pasen estos meses y veremos cómo se lo toman los barones regionales del PP que han reorientado sus catalejos hacia Moncloa y desde su puesto de observación no van a dejar pasar ni media. En ese tiempo llegarán señales de Cataluña y asistiremos a ese baile que Zapatero bautizó como “geometría variable”. Igual dijo “bailable” porque siempre algún pie se termina pisando.
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