(“Las Provincias“, martes 14 de febrero. 2012)
Rubalcaba hizo una apuesta arriesgada en el Congreso de Sevilla y demostrado queda que Griñán no era el hombre destinado a pacificar las familias enfrentadas en el sur. El lío interno es de tal calibre que está mas cerca de solucionarlo un exorcista que Elena Valenciano que en rueda de prensa entona el “ahora todos somos Rubalcaba” pero en las agrupaciones territoriales tienen otra opinión distinta. El chaconismo ha dejado rescoldos candentes en el suelo.
La triste realidad es que a escasos cuarenta días los socialistas sevillanos sienten la inquietud de si van a tener menos votos que militantes. La salida de pata de banco del que fuera secretario general de los socialistas sevillanos, José Antonio Viera, pone la situación en bandeja para Javier Arenas que puede aplicar aquella máxima de Napoleón: “cuándo el enemigo se equivoca no hay que corregirle”. A Javier Arenas le va a pasar lo que pregonaba Helenio Herrera, ser capaz de ganar sin bajarse del autobús.
Andalucía que siempre ha sido motor del PSOE ahora es un problema y también un síntoma. La primera renovación que pone en marcha Rubalcaba le sale rana, está claro que Griñán no era el hombre pero no sólo lo mantiene como candidato si no que lo asciende a categoría de presidente del partido, y al presidente le vacila un secretario regional que además le gana el pulso. A poco que rasquemos surge la similitud entre José Antonio Griñán y Javier Clemente al que le da igual entrenar a la selección de Serbia o Camerún, la cuestión es tener equipo en el que mandar. Y, al igual que el entrenador de fútbol, Griñán se ha convertido en un superviviente de ERES falsos, de directores que se lo pulían en juergas y vicios, y de otros tantos tsunamis en la tierra que heredó de Manuel Chaves. A Griñán sólo le falta engrasar el Giraldillo para haber tocado todos los palos del poder en Andalucía. Y a pesar de su lucha titánica por aferrarse al poder las encuestas, la realidad, y los líos internos, le llevan a recorrer estos cuarenta días arrastrándose por las tribunas de los mítines. Un “ecce homo” adelantado a la cuaresma.
Poner a Griñán al frente de Andalucía es devolver al capitán Schettino al puente de mando del “Costa Concordia” y dejarle que navegue cerca de las islas. Y, de paso demuestra que los partidos se renuevan poco y casi nunca bien porque la regeneración interna la tienen tan prohibida como temida. En Ferraz dudan entre echarle la culpa de la derrota de Andalucía a los restos del zapaterato, o anotarle el fiasco a Rubalcaba que salió de Sevilla triunfador sobre Carme Chacón pero sin las riendas del partido al que le queda un trago muy amargo por delante, quizá un castigo excesivo pero ganado a pulso.
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