Las penúltimas palabras del rey Juan Carlos en su cargo fueron para hablar de nuevos tiempos, de renovación y cambios para un mejor servicio a los españoles. Puede que se estuviera refiriendo a algo mas que a la monarquía y fuera una mirada necesaria a nuestro entorno.
En efecto, su abdicación abre paso a reactivar unas instituciones que están bajo mínimos en grado de confianza: la Corona también. El rey sabe que para subir el grado de aceptación de La Casa Real no es suficiente con legar la Corona al actual Príncipe Felipe; el debate sobre la monarquía queda mas abierto que nunca, por desgracia tocado por casos como los de Urdangarin y los de su hija Cristina llamada a declarar ante el juez por negocios turbios. El debate sucede por un asunto de madurez de la sociedad española: si se critica a los partidos políticos, a los jueces, a los medios y a los opinadores, también la duda llega al debate republicano. Y sin necesidad de llegar a hacer comparaciones con las municipales de 1931 porque no tiene nada que ver.
Tiempos modernos son los que se abren y deberían servir para sacar alfombras, sacudir el polvo, abrir ventanas y no temer a las palabras porque tampoco se temieron en el inicio de la transición cuando hasta el PCE apoyó al Rey y de esa manera Santiago Carrillo ayudó a que todo aquello quedara reflejado en la Constitución, (la más longeva en la historia de España). Si entonces, con una situación económica peor aún a la de ahora, con la sombra del golpismo, con Franco caliente, se pudo, ahora igual. A una generación de españoles que no han conocido la mili es difícil explicarles la fuerza que tenía la famosa División Acorazada, una fuerza sicológica con tan solo citarla. Pues ahora, sin esos elementos que amenazan al sistema tenemos ocasión de debatir sin fondo, discutir acerca de lo que queramos ser “de mayores” y abandonar, de una vez por todas esa tutela permanente heredada de aquella frase atribuida a Franco: “es que no se os puede dejar solos”. Sí, solos y libres que ya toca.
Tiempos modernos que abre el rey con su salida, por cierto poco cargada de emoción, parecía un trámite ante una pantalla leído con prisa. Mientras se prepara la coronación de Don Felipe se abre un debate alrededor de la monarquía que viene trabajándose desde hace tiempo. Una cosa es ser ciudadano y otra cortesano que todo lo aplaude. Los partidos tienden a ponerse el Toisón de Oro para presumir de monárquicos de tal manera que malos son quienes no salen al balcón a vitorear el cortejo. Sería otra equivocación porque los partidos son ciudadanos y no adhesiones inquebrantables.
Detrás de la abdicación han de cambiar muchas cosas, la participación ciudadana también. Se abren ventanas y se abre un proyecto de modernidad que es muy interesante. Es el futuro y se muestra tan apasionante como parece. Invitados quedamos todos: príncipes, reyes y civiles. Una nueva transición comienza.
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