(COLPISA/ VOCENTO, martes 11 de septiembre 2012)
Para estudiar el efecto del acelerador de partículas no hace falta probarlo en un complicado túnel subterráneo, basta con instalarlo en La Moncloa. En apenas diez meses Rajoy ha sufrido el efecto agudo de la presión de la crisis. En realidad no es él solo, la clase política en general huele a chamusquina porque la presión atmosférica medida en bares y en pascales es atroz, que se lo digan a Hollande que ha sido el último en llegar y ya está siendo cuestionado.
Sobre Rajoy confluyen varias fuerzas físicas de enorme poder: la gestión de la crisis, el acierto en los tiempos, la presión para que acepte el rescate, el caso Bolinaga que divide a su partido y el test de las elecciones gallegas dónde todo esto se va a ver plasmado en las urnas. Sin duda que los acontecimientos pasan a ritmo de alta velocidad, vértigo es poco si uno escucha cómo silba el mal tiempo en el marco de la ventana. Todo indica que caso de tomar nuevas decisiones económicas subiría el descontento social, y si no ataja el malestar del caso Bolinaga crecerá la desunión interna. A Rajoy le salva, de momento, que la oposición liderada por Rubalcaba tiene un problema de identidad que es de diván de siquiatra. Rubalcaba no transmite ninguna confianza en la alternancia y no termina de aportar una idea que aglutine al electorado de la izquierda que está huérfano de propuestas, de caras nuevas y de ilusiones renovadas. Cuándo Patxi López pierda el mando se habrá acabado el último reducto de poder y Rubalcaba tendrá otro rival serio que le cuestione, (López no es tan tierno como Carme Chacón).
El panorama es bastante tristón con un Gobierno en apuros, una oposición sin propuestas, ausencia de debate y la calle soliviantada de tal manera que más de un ministro ha tenido problemas este verano al caminar por la acera. El pueblo enfadado no hace distinciones y la toma con la primera cara conocida que se cruza en su camino. Son tiempos de pagar justos por pecadores aunque más de uno se lo haya ganado a pulso.
En el caso de Rajoy la mayor parte de las fuerzas físicas que actúan sobre él no son culpa suya pero si que le toca administrarlas con cautela para no “quemarse” mas de lo necesario. Si pide el rescate tal y como le demandan desde la patronal CEOE estará abocado a un adelanto electoral y en su partido algunos desean relevarle del mando. Si no pide el rescate prolonga la agonía. Sin duda que el presidente tiene un dilema complejo de resolver y no puede pedir ayuda interna. Su natural tendencia a que las cosas se resuelven solas en esta ocasión no le sirve. Rajoy está como el que pinta el suelo y se queda en el centro del salón, a cada brochazo que da se va recortando el círculo bajo sus pies.
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