A petición de una “usuaria” habitual de este blog, incluyo foto de un duro trabajo que me tocó hacer para “El Magazine” de El Mundo. Lorenzo Silva, genial escritor y estupendo tipo, rechazó hacer el trabajo de enterrador en La Almudena para contarlo más tarde en el papel. Y allà que fui yo, con mis huesos, nunca mejor dicho. Ocurrió hace un par de años.
Fue un trabajo curioso, muy alejado del pánico que se supone rodea a la muerte, con unos compañeros de cuadrilla que eran unos tipos sensibles, callados y muy trabajadores.
La primera consecuencia es que no somos nada, o poca cosa. La segunda es que, (cosa mÃa), habrÃa que prohibir los cementerios por insalubres y llegar a la cremación obligatoria. Y, lo último, que no hay nada más triste que enterrar a alguien a quién nadie acompaña…
La foto, (de Ricardo Cases), está tomada en la sección de niños del siglo XIX, se estaba limpiando para recoger restos y dejar sitio para nuevos moradores.
No somos gran cosa, la verdad, y con los huesos al aire mucho menos. Nada de vanidad, nada de interés, nada de nada. Lo más tierno fue encontrarme con una placa de una madre que le decÃa a su hijo: “nunca te olvidaré”. La habÃa escrito hace más de cien años. Yo tampoco lo olvidaré, lo prometo.
Y, puestos a dialogar: ¿tanto nos asusta la muerte?, ¿no somos un poco quejicas puesto que será un trámite obligado a todo vivo? Ya saben: el hombre es el único mono triste porque sabe que va a morir.
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