Si todo depende del color del cristal es que estamos en manos de las refracciones de la luz y de los cristaleros. Y eso que hay polÃticos que se empeñan en que les miremos a los ojos para que les creamos, o gente que te pide algo y luego te clava la mirada en el hombro y en la nuca y te tira los ojos encima para que te los lleves como recuerdo de aquella visita a Benidorm, (antes se conformaban con regalarte una barca con palillos).
Y con esos ojos que están hartos de mirar cristales me he asomado a varios puentes para ver cómo caÃan las piedras. Es un momento lento, acrobático, morboso y espacial. La piedra cae y tarda un rato, luego se enfrenta al agua que abre los brazos y se la traga. El agua siempre tiene ojos de asombro.
Bien mirado todo esto es sueño como decÃa Calderón o pantomima como decÃa Charlie Rivel.
Con los ojos se ven las faltas y se ven las cosas venir. Sólo tenemos dos pero podrÃan ser cuatro, o seis, o un millón. Pero nunca veo la ocasión de pedir perdón o de decirte que quizá hayamos llegado demasiado lejos. Vuelvo a mirar y otra vez esos ojos que me suenan tanto y que soy yo. Oro, incienso y “mira”.
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